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Showing posts from May, 2007

Loca+Norte XVIII. Loca+Javi = La despedida

No hubo un solo minuto a lo largo de los dos días restantes que quedaban de vacaciones que haya defraudado o superado a los 13 días que le antecedieron. Cada uno de los 15 días tuvo su historia, su particularidad, su sorpresa; y sirvieron para entender que todos los días pueden traer algo bueno, distinto, particular si nos dejamos llevar a sabiendas del rumbo, sin sentir nostalgia por lo dejamos atrás, o nos gane la ansiedad por anticiparnos a la próxima parada. De todas formas, y para ser absolutamente honesta, en las horas previas a la inminente llegada de Javi, un ejercito de polillas se alojó en mi estómago y no pude hacer otra cosa que pasar la espera tomando mate en un banco de la plaza principal, mientras la pregunta: ¿y ahora qué onda?, repicaba en mis neuronas a cada segundo. Javi llegó, nos abrazamos, nos besamos, nos sacamos fotos, nos reímos mucho y nos internamos en una habitación doble con baño privado de donde solamente salimos a cenar (al restaurant que estaba al lado d

Loca+Norte XVII: Loca+Javi: El reencuentro

Durante los 15 minutos que tardé en secarme y vestirme no dejé de mirar fijamente el celular que ahora reposaba inanimado a unos pocos centímetros de mí. Lo miré enojada y de reojo por última vez y crucé el pasillo que separaba la habitación del baño. En el preciso momento en que había terminado de secar el piso y estaba corriendo la cortina volvió a sonar. Del salto que pegué, tiré la cortina al piso, y fui corriendo a atender. Miré la pantallita iluminada, era Javi otra vez. De los nervios apreté el botón equivocado y en vez de atenderlo, le corté. A los minutos volvió a sonar otra vez, pero para indicarme que tenía un mensaje de voz. Me odié por no tener crédito en el celular. Fui al baño, volví a poner la cortina, y salí corriendo hasta el quiosco más cercano a comprar una tarjeta. La ansiedad me llevó a llamarlo sin escuchar siquiera el mensaje. Me atendió al toque, me preguntó dónde estaba y me contó que había llegado a Salta, que si no quería ir para allá. Le dije que estaba en

Loca+Norte XVI: suena el teléfono y voy como loca a su encuentro

Cafayate me recibió tan bien, que al segundo día de estar ahí ya me sentía como en mi casa. La habitación del hostel en la que dormía se pobló la primer noche con tres chicos oriundos de Lanús y una estudiante de cine que viajaba sola, tenía mi edad y con quién teníamos muchas cosas en común. Con ellos me encontraba una tarde tomando cerveza cuando decidimos ir esa noche a comer empanadas a un bar enfrente de la plaza principal. Convenimos en ir a bañarnos de a uno y quiso el destino (y mis pocas ganas de levantarme y dejar de tomar cerveza) que quedase en último lugar. Fue así que, mientras ellos estaban todos bañaditos y perfumados yo todavía andaba con la pollera de bambula. Viendo la escena, les sugerí que fuesen hasta el lugar de las empanadas que los alcanzaba. Me bañé y aprovechando que tenía toda la habitación para mí, salí del baño enroscada en la toalla. Estaba por empezar a vestirme cuando escucho que suena mi celular, que estaba dentro de mi mochila, dentro del armario, en

Loca+Norte XV: Cafayate. Ultima parada

Llegué a Cafayate con fiebre y ninguna intención de volver a un hostel de habitaciones y baños compartidos, guitarreadas, medias lenguas y cervezas. Me metí en un hotel con habitaciones con baño privado, pedí una aspirina y dormí hasta el otro día. A la mañana siguiente no quedaban rastros de la fiebre. Fui a desayunar al comedor del hotel y me encontré con mesas llenas de familias, niños gritando, corriendo y llorando. Entendí que era hora de volver a agarrar la mochila y buscar otro lugar con habitaciones y baños compartidos, guitarreadas, medias lenguas y cervezas. No me costó demasiado encontrar un hostel que se correspondiese con ese perfil, solamente cruzar la plaza principal. Dejé mis cosas en un cuarto lleno de camas vacías y me fui a recorrer el lugar. Caminé hasta un mirador desde donde se veía la ciudad. Una vez que llegué me quedé sentada un tiempo mirando a lo lejos y mientras el sol me envolvía escuché que alguien tocaba el charango detrás de donde estaba. Me dí vuelta y

Loca + Norte XIV

La capital de Salta es linda, muy linda, pero es una capital, y se me venía dando por huir de las capitales. Me bajé en la Terminal y me fui directamente a un hostel que me había recomendado Edu. Era una casa vieja, reciclada y políglota. Esa misma noche comimos un asado en una mesa larga en la que se hablaban muchos idiomas a media lengua. Después del asado, guitarreada y a llenar las mochilas de cerveza para seguir guitarreando desde lo alto de un cerro desde donde se veía la linda Salta iluminada. Debo de haber usado la cama de ese hostel como mucho dos horas. Habremos vuelto de la guitarreada en el cerro a las 5 y a las 8 de la mañana partía mi micro con destino a Cachi. Vuelta a la Terminal de Salta. Vuelta a subir a un micro. Dormí todo el recorrido y cuando me bajé en Cachi reconocí a dos australianas que estaban parando en el hostel de Salta. Las saludé y nos fuimos juntas a buscar un lugar donde pasar la noche. Cachi es un pueblito cálido con gente que saluda con una sonrisa e

Loca y Norte XIII: el entierro del diablo

Solamente en ciertas ocasiones, ciertos hábitos molestos de los amigos, se transforman en favores que les agradeceremos hasta la eternidad. Así fue que el llamado de rutina de Jebus al celular de los domingos a la mañana cuando sale borracho del bar, se transformó en el despertador que nos salvó a Javi y a mí de pasar por Humahuaca sin sexo y de disfrutar a la vez del desayuno del hotel. Jebus llamó a las 9.30 como todos los domingos, me despertó, cuando fui a agarrar el celular de la mochila ya era tarde para poder entablar uno de nuestros diálogos borracho-media dormida, pero no era del todo tarde para despertar a Javi y decirle que teníamos poco menos de treinta minutos para tener sexo y desayunar. Así fue que nuestra primera vez la inauguramos con un rapidito con gusto a revancha. Desayunamos, fuimos a caminar y en el camino atendí el nuevo llamado de Jebús, quién aunque borracho entendió todo en mis gracias y te quieros y aún más sabiamente respondió: ah... ¡ya garchaste!.. bueno,

Loca y Norte XII: Loca+Javi:......

Las cinco horas que tuvimos que esperar para que saliese el micro a Humahuaca fueron interminables. Creo que no quedó rincón de La Quiaca sin conocer nuestros besos o abrazos, vereda en la que no nos hayamos sentado o recostado, calle que no hayamos caminado pensando en las ganas que teníamos de llegar a alguna cama en algún lugar de Humahuaca. No hubo cyber, ni caminatas, ni mates que acortasen la espera. Las horas pasaban a una velocidad inusual y nos mantenían como rehenes a la siesta de una ciudad fronteriza donde todos y todo parecían de paso. Hasta que finalmente llegó el micro que nos libraría de la espera interminable. Humahuaca nos esperaba cuando ya estaba cayendo la noche. Me quedé en la terminal con los bolsos mientras Javi fue a buscar un lugar para pasar la noche. “Listo, ya encontré. Vos no te preocupes que yo invito”, fue lo que me dijo Javi cuando me pasó a buscar para ir al hotel. El sommier, las sábanas con aroma a suavizante de ropa, las almohadas mullidas y l