No se ingresa al mundo de los adultos al día siguiente de cumplir los 26; ni la primera mañana que descubrís que vivís sola; ni siquiera al minuto de firmar tu primer contrato. No. Se ingresa al mundo de los adultos de forma sigilosa. En puntas de pie. Con actos simples y cotidianos. Y cuando te querés dar cuenta ya estás adentro: pagando cuentas, asumiendo compromisos, firmando contratos, compensando entre el deber, el querer y el poder y pensando en las posibles consecuencias de los actos. Se está en los albores del mundo de los adultos cuando se empieza a preferir al jamón crudo por el cocido, cuando se cae en la cuenta de que el Coyote nunca va a atrapar al correcaminos por más ingeniosos artefactos que invente, y con toda la resignación del mundo se acepta que en definitiva de eso va la historia y lo divertido del caso es relajarse, disfrutar y asombrarse con las nuevas estrategias de un Coyote que se supera para alcanzar eso que siempre parece tan cerca, pero nunca alcanza. Se es...