El día antes de que ElChico me dejara y abandonara la vida
conyugal que habíamos llevado por más de seis años, me corté el dedo con un
vidrio. Sangró mucho y me asusté bastante. La relación estaba atravesando por
un mal momento, pero yo nunca creí que estuviera en una fase terminal. Cuestión
es que ese día, limpiando un espejo del baño, me hice un corte bastante
profundo que ElChico intentó curar con alcohol, soplidos y una gasa. Esa fue la
última noche que dormimos juntos. Al día siguiente, nos despertamos, salimos a
almorzar, casi ni hablamos, y a la tarde, agarró algunas de sus cosas y solo
volvió a casa unas semanas después para buscar el resto.
Los primeros meses la cosa fue desastrosa. Fue muy difícil
acostumbrarme a volver a dormir sola y la casa se me hizo más inmensa que nunca.
Cambié los muebles de lugar, tiré muchas cosas, arreglé la bacha del baño (y ya
que estaba me compré un espejo enorme), taché dos hombres que tenía pendientes
en una lista imaginaria, lloré mucho, muchísimo. Nada de todo eso, ni algunas
cosas más, hizo desaparecer mi angustia. La cosa se fue atenuando, y todavía,
de a ratos, me agarra un vacío total y absoluto en el pecho.
Y lo simbólico de todo este asunto se lo lleva el profundo
corte que me hice aquel día con el espejo del baño. El corte fue mutando y ahora
se convirtió en una cicatriz que refleja estos siete meses que ya pasaron. El dedo
dejó definitivamente de sangrar a las semanas, el dolor más profundo ya pasó,
pero todavía siento una molestia, como si esa parte estuviera (de ratos)
dormida.
No se cuánto tiempo más le llevará a la cicatriz amalgamarse
con mi dedo para así volver a sentir plenamente, pero estoy empezando a
entender la cuestión de todo este proceso. No hay fórmulas mágicas ni cremas
que hagan milagros. Los ciclos y la naturaleza (que dicen es sabia) hacen que
todo se regenere y el día menos pensando, confío en que la cicatriz será la experiencia para encarar la pulsión de vida, que aprendí, nunca nada la detiene.
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