Llegué a Cafayate con fiebre y ninguna intención de volver a un hostel de habitaciones y baños compartidos, guitarreadas, medias lenguas y cervezas. Me metí en un hotel con habitaciones con baño privado, pedí una aspirina y dormí hasta el otro día.
A la mañana siguiente no quedaban rastros de la fiebre. Fui a desayunar al comedor del hotel y me encontré con mesas llenas de familias, niños gritando, corriendo y llorando. Entendí que era hora de volver a agarrar la mochila y buscar otro lugar con habitaciones y baños compartidos, guitarreadas, medias lenguas y cervezas.
No me costó demasiado encontrar un hostel que se correspondiese con ese perfil, solamente cruzar la plaza principal. Dejé mis cosas en un cuarto lleno de camas vacías y me fui a recorrer el lugar.
Caminé hasta un mirador desde donde se veía la ciudad. Una vez que llegué me quedé sentada un tiempo mirando a lo lejos y mientras el sol me envolvía escuché que alguien tocaba el charango detrás de donde estaba. Me dí vuelta y vi a un chico descalzo y con boina que tocaba el instrumento mirando al cielo. Cuando terminó, se me acercó y nos pusimos a hablar. Como tantos otros con los que me crucé en este viaje, viajaba solo para olvidar a una novia que había dejado en Buenos Aires. Mientras hablábamos me pareció que había algo fingido en esa apariencia de bohemio que buscaba trasmitir. Pero lo cierto es que no tuve demasiado tiempo para averiguarlo. Bajamos del mirador, almorzamos, me contó algo mas del desgaste de su relación con su ex chica; y nos despedimos en una esquina cualquiera del centro de Cafayate con un “tal vez nos volvamos a ver” que nunca se concretó.
Y ahora que veo el paisaje a lo lejos y desde el frío de la ciudad, puedo decir que no volver a verlo fue otro de los buenos guiños a los que me tuvo acostumbrada el destino este verano.
Porque esta vez si.Lo mejor.
Lo mejor
Estaba por llegar.
A la mañana siguiente no quedaban rastros de la fiebre. Fui a desayunar al comedor del hotel y me encontré con mesas llenas de familias, niños gritando, corriendo y llorando. Entendí que era hora de volver a agarrar la mochila y buscar otro lugar con habitaciones y baños compartidos, guitarreadas, medias lenguas y cervezas.
No me costó demasiado encontrar un hostel que se correspondiese con ese perfil, solamente cruzar la plaza principal. Dejé mis cosas en un cuarto lleno de camas vacías y me fui a recorrer el lugar.
Caminé hasta un mirador desde donde se veía la ciudad. Una vez que llegué me quedé sentada un tiempo mirando a lo lejos y mientras el sol me envolvía escuché que alguien tocaba el charango detrás de donde estaba. Me dí vuelta y vi a un chico descalzo y con boina que tocaba el instrumento mirando al cielo. Cuando terminó, se me acercó y nos pusimos a hablar. Como tantos otros con los que me crucé en este viaje, viajaba solo para olvidar a una novia que había dejado en Buenos Aires. Mientras hablábamos me pareció que había algo fingido en esa apariencia de bohemio que buscaba trasmitir. Pero lo cierto es que no tuve demasiado tiempo para averiguarlo. Bajamos del mirador, almorzamos, me contó algo mas del desgaste de su relación con su ex chica; y nos despedimos en una esquina cualquiera del centro de Cafayate con un “tal vez nos volvamos a ver” que nunca se concretó.
Y ahora que veo el paisaje a lo lejos y desde el frío de la ciudad, puedo decir que no volver a verlo fue otro de los buenos guiños a los que me tuvo acostumbrada el destino este verano.
Porque esta vez si.Lo mejor.
Lo mejor
Estaba por llegar.
Comments
Quiero saber si llegó y qué es lo que llegó.
Un beso
Lucy.-
http://www.fotolog.com/miranopidomucho/
(:
estuviste bien en dejarlo pasar
beso ! nat
Hace mucho que no anda por acá.
Espero que esté bien.
Saludos.
Lucy.-
Caperucita: sip. saludos!
Carolin: :)
Jano: :).. siii!! te agregé a mis favoritos y todo!!.. Que estés bien, querido! Abrazo!!
Javier: jaja. ahi sigue!! besos!!