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Loca+Norte XVI: suena el teléfono y voy como loca a su encuentro

Cafayate me recibió tan bien, que al segundo día de estar ahí ya me sentía como en mi casa. La habitación del hostel en la que dormía se pobló la primer noche con tres chicos oriundos de Lanús y una estudiante de cine que viajaba sola, tenía mi edad y con quién teníamos muchas cosas en común. Con ellos me encontraba una tarde tomando cerveza cuando decidimos ir esa noche a comer empanadas a un bar enfrente de la plaza principal. Convenimos en ir a bañarnos de a uno y quiso el destino (y mis pocas ganas de levantarme y dejar de tomar cerveza) que quedase en último lugar. Fue así que, mientras ellos estaban todos bañaditos y perfumados yo todavía andaba con la pollera de bambula. Viendo la escena, les sugerí que fuesen hasta el lugar de las empanadas que los alcanzaba. Me bañé y aprovechando que tenía toda la habitación para mí, salí del baño enroscada en la toalla. Estaba por empezar a vestirme cuando escucho que suena mi celular, que estaba dentro de mi mochila, dentro del armario, en la otra punta de la habitación. Para cuando volví a enroscarme la toalla, para llegar hasta el armario, abrir la mochila y encontrar el celular, el aparato ya había dejado de sonar.

Miré la pantallita pensando que seguramente encontraría una llamada perdida de mi madre. Casi se me desenrosca la toalla de la emoción cuando vi que el de la llamada perdida era Javi.

Comments

Anonymous said…
Desde este humilde rincón de la platea, me atrevo a solicitaros, con la más estricta humildad y pudor, capítulos mas comprehensivos.
Es que si seguimos así, vuestra merced, vamos a tener un post dedicado al corte de la uña del dedo meñique del pié izquierdo, y sin desmerecer la importancia de estos actos cotidianos, y el arte con que vos los describís, corremos el riesgo de superponer las historias de este verano ya harto caduco, con las del siguiente. Dios mediante.
Saludo a vuestra merced, para mayor gloria de Este Blog, y del Turismo Nacional.
Caperucita said…
creemos que somos esepticas y relagamos las cosas al azar... pero siempre volvemos en el interior a desear y desear.... en silencio
Lady said…
las historias de amor me encaaantan, pero soy lectora culposa que nunca postea, aqui me doy a conocer y salgo de las sombras.
Quiero saber el final rapido
Saludos
Lady said…
las historias de amor me encaaantan, pero soy lectora culposa que nunca postea, aqui me doy a conocer y salgo de las sombras.
Quiero saber el final rapido
Saludos
Loca_Sola said…
Prosa Barroca: Agradeciendo sus muy respetuosas palabras y salutaciones, le confieso que somos dos los que queremos que el relato de esta historia finalice lo mas pronto posible, por lo que haré lo posible para que así sea, y en el transcurso de esta semana llegue el último capítulo del relato. Saludos afectuosos.
Caperucita: coincido, como siempre, y la verdad es que, aunque en silencio y relegando mi ansiedad, esperaba ese llamado. Saludos. Gracias por pasar y comentar.
Lady: gracias por salir de las sombras y leer!! saludos!
Anonymous said…
prosa barroca me mato :)
adhiero!
pero ud adhiere al movimiento slow llevado a la escritura!

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No hay muestra mayor de compromiso que dar las llaves de la casa, departamento, habitación de pensión, lo que sea que fuese la morada de una. El compromiso no se demuestra con hechos, con presentar la familia, ni siquiera con un anillo. No. Darle las llaves a otro no es un hecho dejado al azar, no es una cuestión de practicidad, no es “para no bajar a abrir a la mañana”, para “que le vayas a cambiar las piedritas al gato”. No. Dar las llaves es “dar las llaves”. A razón de verdad, yo di mis llaves una sola vez. Fue un acto ingenuo, casi obligado y con el que cargué mucho tiempo. El también me dio sus llaves. Finalmente, el devenir de los hechos hizo que sus llaves terminaran fundiéndose con muchas otras en el Monumento al Che, las mías vaya a saber dónde, pero bueno, ese es otro tema. Por eso, yo ahora ando con mi par de llaves, otro en la casa de Almendra y otro en lo de Perro. Nada más. Ni a mi madre. Las llaves son una cuestión muy íntima. Y hace un par de semanas, cuando le quise b

Así las cosas

Tengo un chico con visera con quién logré una conexión sexual como no había experimentado en años. El sexo con él se compara al sabor de las frutillas con chocolate amargo. No tenemos límites de horarios ni lugares. Siempre hay tiempo, siempre encontramos el lugar. Tengo un hondo enamoramiento con un chico de 18 años. Me tiene encantada. No puedo dejar de mirarlo cuando me mira y nos miramos reflejándonos en la mirada del otro. Nos quedamos escuchando música, mirándonos, besándonos y tomando vino tinto hasta eternas madrugadas. Nuestra intimidad sexual no tiene urgencias, ni presiones. Transcurre lenta y cuidadosamente. Chico de 18 años es fundamentalmente libre. Con toda la libertad de sus 18 años; esa libertad que hace brotar de su espíritu todas las frases con que me despierta a la mañana. Tengo a chico con tatuaje de sol que a veces se queda a dormir. Y me asusto si me despierto repentinamente y lo siento abrazándome. No sabe aún de la existencia de chico con visera, ni chico de 1

Rellenita

Me volví adicta a una golosina. La conocí hace unos años, cuando Daniel vivía en Belgrano, porque las vendían en el kiosco de enfrente a la parada del colectivo. Daniel se mudó y no las conseguí más. Pero hace unas semanas fui al cine, ese que queda en Congreso, y entré al kiosco de al lado… y allí estaban!… las únicas… las irrepetibles Rellenitas Chunky!!… Mi emoción fue tal, que a pesar del precio ($ 1,20) compré 4… y volví, volví al kiosco, solo para comprarlas… y le compré a la quiosquera una caja entera…de las de crema.. porque las de chocolate no son igual. La quiosquera me miró raro, pero me dejó la caja al costo!!!.. ahora, vivo a ingesta de Rellenita Chunky. Por lo menos una al día… todos los días. Solo me resta encontrar un kiosco que siga vendiendo Cremokoa, y ahí si.. seré feliz….Además, me dí cuenta de que el relleno de las rellenitas es el mismo que el de las Cremokoa.. si, cada día mas loca, ya se.