No hay caso. Por más que lo intente. Y obedezca a sus tiranos mandatos. Y le haga caso a sus agujas. Y salga a “tiempo”. No hay caso. Una mano invisible se encarga de adelantarlas a una lógica sobrehumana. Ó poner escollos imprevistos en el camino. Y ahí estoy, llegando tarde. Pero no es mi voluntad, lo juro. Es que siempre se demora el ascensor. O el tren que estaba programado tuvo un desperfecto. O justo ese día la correctora de la editorial me pide que la espere para ir caminando juntas hasta el subte. Y se demora agarrando el saco, saludando a los que quedan, olvidándose algo en el escritorio. Y camina a dos por hora mientras se queja y me toca el brazo cada tanto para que asienta o le preste atención. Porque claro. Yo voy pensando en lo tarde que es. Y en que cómo puede ser si salí a tiempo. También es común que al portero que me tiene que abrir la puerta, se le ocurrió ir al baño. O hay más gente que la acostumbrada en la fila para sacar pasajes. O me encuentro sin monedas cuand...