Nos habíamos despertado a las 6 de la mañana para hacer la excursión Talampaya- Valle de la Luna. Todo muy lindo, pero a la quinta vez que la combi paró en la undécima piedra con forma de hongo yo ya no quería saber nada. Tenía sueño, hambre, sed y estaba un poco harta de hablar en inglés y ser la traductora del sueco que había conocido cuando subí al micro que unía San Juan- San Agustín del Valle Fértil. Encima en Talampaya el guía se despachó contándome que viajaba a través de otras dimensiones y que ahí mismo había un disco de sol y no se qué.. Y usando el típico “por qué creés que yo te elegí a vos para contarte esto” me anotó su mail y un libro que tenía que leer en mi agenda. La cuestión es que cuando terminamos ambas excursiones, yo me quería ir a Villa Unión y el sueco a La Rioja. Entonces, le pregunto al chofer de la combi la mejor forma de llegar hasta ambos destinos. El chofer nos dice muy convencido que nos iba a dejar en un lugar dónde pasaban micros “todo el tiempo”. Uno ...