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Las redes sociales y el infierno de tener a mano tus últimos pasos para intentar recabar cualquier información sobre dónde, con quién o haciendo qué estuviste mientras mi ingenio proyecta posibles escenarios que se clavan como agujas en mi cabeza. 
El intento de concentrarme en cualquier otra cosa con el magro resultado de seguir pensando con más intensidad. Y en el trayecto me como los dedos, me perforo las uñas. Y pienso en esta ridícula obsesión y en lo aún más ridículo que sería contarte, de alguna manera, esto que me pasa. Porque convengamos que siempre existió en mí este querer controlarlo todo, hasta lo imposible, hasta el sinsentido, hasta ahogar al otro y, en ese pantano, ahogarme a mí misma. 
Porque convengamos que, en el fondo, lo que más lastima es verte conectado y sentir que nos alejamos cada vez más de ese momento en el que sentía que coincidíamos, que estábamos -justamente - conectados.   

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!!!¿?!!!

La semana pasada. Dos lugares diferentes. Dos hombres distintos. La misma pregunta: -¿Estás tomando fernet?. Tras la respuesta afirmativa, la misma exclamación: -Qué raro que una mujer tome Fernet.
Cuando yo pensaba que mi madre había superado todos, pero todos los límites, en todos los rubros imaginados e inimaginados; me pregunta, así, como al pasar, en la entrada del edificio donde trabajo. Hija, ¿estás teniendo relaciones sexuales?. Lo peor de todo, peor aún que haya estado el portero presenciando la conversación, fue que no me hizo falta mentirle. Igual. Volviendo al tema de mi madre y sus límites. Si pudo superar ese límite. Solo me resta temer y esperar.
No hay muestra mayor de compromiso que dar las llaves de la casa, departamento, habitación de pensión, lo que sea que fuese la morada de una. El compromiso no se demuestra con hechos, con presentar la familia, ni siquiera con un anillo. No. Darle las llaves a otro no es un hecho dejado al azar, no es una cuestión de practicidad, no es “para no bajar a abrir a la mañana”, para “que le vayas a cambiar las piedritas al gato”. No. Dar las llaves es “dar las llaves”. A razón de verdad, yo di mis llaves una sola vez. Fue un acto ingenuo, casi obligado y con el que cargué mucho tiempo. El también me dio sus llaves. Finalmente, el devenir de los hechos hizo que sus llaves terminaran fundiéndose con muchas otras en el Monumento al Che, las mías vaya a saber dónde, pero bueno, ese es otro tema. Por eso, yo ahora ando con mi par de llaves, otro en la casa de Almendra y otro en lo de Perro. Nada más. Ni a mi madre. Las llaves son una cuestión muy íntima. Y hace un par de semanas, cuando le quise b...