No hubo un solo minuto a lo largo de los dos días restantes que quedaban de vacaciones que haya defraudado o superado a los 13 días que le antecedieron. Cada uno de los 15 días tuvo su historia, su particularidad, su sorpresa; y sirvieron para entender que todos los días pueden traer algo bueno, distinto, particular si nos dejamos llevar a sabiendas del rumbo, sin sentir nostalgia por lo dejamos atrás, o nos gane la ansiedad por anticiparnos a la próxima parada.
De todas formas, y para ser absolutamente honesta, en las horas previas a la inminente llegada de Javi, un ejercito de polillas se alojó en mi estómago y no pude hacer otra cosa que pasar la espera tomando mate en un banco de la plaza principal, mientras la pregunta: ¿y ahora qué onda?, repicaba en mis neuronas a cada segundo. Javi llegó, nos abrazamos, nos besamos, nos sacamos fotos, nos reímos mucho y nos internamos en una habitación doble con baño privado de donde solamente salimos a cenar (al restaurant que estaba al lado del hotel, claro).
No hubo promesas, ni arreglos, ni contratos, ni cláusulas, ni reclamos, ni preguntas sobre nuestro porvenir en Buenos Aires, y así fue como a la mañana del segundo día de su llegada a Cafayate, le dije a Javi que me iba a Salta a tomar el micro que me llevaría de regreso a Buenos Aires; y así fue que Javi me dijo que me acompañaría hasta la Capital salteña para tomarse un micro con destino a Cachi. Y así fue que cuando llegamos a la terminal de Salta nos despedimos y cada uno tomó su colectivo.
Y así fue que ya arriba del micro, en el momento justo en que empecé a sentir una molestia en el pecho similar a la nostalgia, llega a mi celular un mensaje de texto firmado por Javi que decía: “buscá siempre ser libre. Te adoro”. Y justamente esas palabras eran todo lo que yo necesitaba.
¿Y qué pasó con Loca y Javi en Buenos Aires?
Bueno.. eso..
Eso
Eso ya es parte de otra historia.
De todas formas, y para ser absolutamente honesta, en las horas previas a la inminente llegada de Javi, un ejercito de polillas se alojó en mi estómago y no pude hacer otra cosa que pasar la espera tomando mate en un banco de la plaza principal, mientras la pregunta: ¿y ahora qué onda?, repicaba en mis neuronas a cada segundo. Javi llegó, nos abrazamos, nos besamos, nos sacamos fotos, nos reímos mucho y nos internamos en una habitación doble con baño privado de donde solamente salimos a cenar (al restaurant que estaba al lado del hotel, claro).
No hubo promesas, ni arreglos, ni contratos, ni cláusulas, ni reclamos, ni preguntas sobre nuestro porvenir en Buenos Aires, y así fue como a la mañana del segundo día de su llegada a Cafayate, le dije a Javi que me iba a Salta a tomar el micro que me llevaría de regreso a Buenos Aires; y así fue que Javi me dijo que me acompañaría hasta la Capital salteña para tomarse un micro con destino a Cachi. Y así fue que cuando llegamos a la terminal de Salta nos despedimos y cada uno tomó su colectivo.
Y así fue que ya arriba del micro, en el momento justo en que empecé a sentir una molestia en el pecho similar a la nostalgia, llega a mi celular un mensaje de texto firmado por Javi que decía: “buscá siempre ser libre. Te adoro”. Y justamente esas palabras eran todo lo que yo necesitaba.
¿Y qué pasó con Loca y Javi en Buenos Aires?
Bueno.. eso..
Eso
Eso ya es parte de otra historia.
Comments
Saludos
Lady: :)
Javier: jajaa.. sii.. dale, vos vas al norte y yo al sur!!.. Besos!!