Me desperté en medio del charco que mi propia saliva había establecido en tu brazo. El sol del tatuaje me miraba con los ojos húmedos que yo intentaba secar entredormida, sin éxito y balbuceando algo parecido a un “perdonáme”. Abriste los ojos, me miraste y sonreíste. Con una de esas sonrisas a las que me cuesta acostumbrarme. Una sonrisa dulce, transparente, limpia, sin rasgos de tormenta. Nos volvimos a abrazar y dormimos.
Algunas horas después me estabas acompañando al laboratorio a sacarme sangre. Siempre le tuve pavor a la agujas, pero tu compañía endulzaba el momento del pinchazo.
Ya sola en el consultorio, la enfermera me ponía la banda elástica en el antebrazo mientras me hacía cerrar el puño. Dí vuelta la cara. “Respirá hondo y abrí el puño”, me dijo. Mientras seguía sus intrucciones, cerré los ojos e intenté evocar pensamientos placenteros. “Pensá en otra cosa” me decía el dentista cuando era chica y me estaba sacando una muela.
Tenía que pensar rápido en alguna imagen que me transportase. Algo que alejase a la aguja de mis venas.
Respiré hondo.
Y sola. Así solita, tu sonrisa limpia y transparente invadió mi mente.
“Listo, sostené fuerte el algodón y dejátelo una hora para que no te quede el brazo marcado” me dijo la enfermera mientras vaciaba la jeringa con mi sangre en un tubo de ensayo.
Algunas horas después me estabas acompañando al laboratorio a sacarme sangre. Siempre le tuve pavor a la agujas, pero tu compañía endulzaba el momento del pinchazo.
Ya sola en el consultorio, la enfermera me ponía la banda elástica en el antebrazo mientras me hacía cerrar el puño. Dí vuelta la cara. “Respirá hondo y abrí el puño”, me dijo. Mientras seguía sus intrucciones, cerré los ojos e intenté evocar pensamientos placenteros. “Pensá en otra cosa” me decía el dentista cuando era chica y me estaba sacando una muela.
Tenía que pensar rápido en alguna imagen que me transportase. Algo que alejase a la aguja de mis venas.
Respiré hondo.
Y sola. Así solita, tu sonrisa limpia y transparente invadió mi mente.
“Listo, sostené fuerte el algodón y dejátelo una hora para que no te quede el brazo marcado” me dijo la enfermera mientras vaciaba la jeringa con mi sangre en un tubo de ensayo.
Comments
Buen fin de semana!
Juan: oh, honey, honey
Muy bueno el blog
saludos
preta