La primera vez que pisé Humahuaca era de noche. Más tarde descubriría que la ciudad tenía una especie de imán que me haría regresar una y otra vez. Se transformó en algo similar a un punto de partida y de llegada.
Cuando dimos con el hostel dónde pasaríamos la noche, estaban celebrando el carnaval en el comedor y había locro y chicha para todo el mundo. Bailamos, celebramos, comimos, tomamos. Al día siguiente partimos a Iruya, un pueblito sostenido en el medio de los cerros, las quebradas y el tiempo. Volvimos a Humahuaca porque Edu salía a la mañana del otro día a Salta a reencontrarse con la mochilera francesa.
Edu se fue muy temprano. Yo me desperté tarde con toda la tranquilidad a cuestas y sin ningún programa en mente. Me bañé, me puse la pollera roja de bambula y me fui a tomar mates a la plaza. Enfrente a la plaza hay un monumento inmenso y desmesuradamente grande para la ciudad. Para llegar a las estatuas de bronce que coronan la obra, hay que recorrer unas escalinatas más altas que las de la Facultad de Derecho.
En el medio de esas escaleras fue cuando ví a Hippie por primera vez. Rubio, con barba, ojos verdes y tostado por el sol. Tenía un puesto de artesanías, un perro y me miraba desde el primer descanso de las escaleras.
Seguí tomando mates. Al rato me levanté y con el mate a cuestas me dispuse a subir las escaleras. Cuando estaba llegando a su puesto, lo escucho decir: “Te estuve esperando toda la mañana. ¿Me convidás un mate?”.
Cuando dimos con el hostel dónde pasaríamos la noche, estaban celebrando el carnaval en el comedor y había locro y chicha para todo el mundo. Bailamos, celebramos, comimos, tomamos. Al día siguiente partimos a Iruya, un pueblito sostenido en el medio de los cerros, las quebradas y el tiempo. Volvimos a Humahuaca porque Edu salía a la mañana del otro día a Salta a reencontrarse con la mochilera francesa.
Edu se fue muy temprano. Yo me desperté tarde con toda la tranquilidad a cuestas y sin ningún programa en mente. Me bañé, me puse la pollera roja de bambula y me fui a tomar mates a la plaza. Enfrente a la plaza hay un monumento inmenso y desmesuradamente grande para la ciudad. Para llegar a las estatuas de bronce que coronan la obra, hay que recorrer unas escalinatas más altas que las de la Facultad de Derecho.
En el medio de esas escaleras fue cuando ví a Hippie por primera vez. Rubio, con barba, ojos verdes y tostado por el sol. Tenía un puesto de artesanías, un perro y me miraba desde el primer descanso de las escaleras.
Seguí tomando mates. Al rato me levanté y con el mate a cuestas me dispuse a subir las escaleras. Cuando estaba llegando a su puesto, lo escucho decir: “Te estuve esperando toda la mañana. ¿Me convidás un mate?”.
Comments
plis segui yaa con la historiaaaa
ESTO ESTÁ BUENO...
SIGUE..ESPERO...
BESOS